Del USS Cayuga al “Marine One”. Los norteamericanos en Hondarribia


En el verano de 2019, con motivo de la cumbre del G7 que se celebró en Biarritz, Hondarribia asistió a un hecho insólito pero no novedoso. Tropas norteamericanas aterrizaban en el aeropuerto de Hondarribia y establecían en él una base durante las jornadas de la cumbre de los países más industrializados del mundo.
            El pasado mes de agosto un avión militar de transporte norteamericano –un Boeing C-17 Globremaster- aterrizó en la pista de Hondarribia. Dejando a un lado el debate sobre la longitud de la misma y la posibilidad de que operasen aviones de gran tamaño, no es lo mismo un avión militar que uno de transporte de civiles, de su interior emergió un VH-60N Whitehawk,  también conocido en su versión de combate como “Black Hawck”,  aparatos que  se hicieron celebres por el libro “Black Hawk Down”  de Mark Bowden, y la posterior película dirigida por  Ridley Scott ganadora de dos premios Oscar de la Academia de Hollywood, basada en un hecho real ocurrido en 1993 durante una misión de paz de Estados Unidos, con mandato de la ONU, en Somalia. Este hecho supuso que durante unos días de agosto miembros de las fuerzas armadas norteamericanas se establecieran, y se dejaran ver en las calles de la ciudad. Pero este hecho, insólito y novedoso, no era la primera vez que ocurría.
            Retrocedamos en el tiempo para volver a encontrarnos con presencia militar norteamericana en Hondarribia. La primera, no presencia pero si amenaza, se remonta al siglo XIX, durante la Guerra de Cuba. En 1898, cuando Estados Unidos entró en guerra con España por la isla caribeña, la presencia de la familia real en San Sebastián hizo pensar en la amenaza de un ataque de la escuadra norteamericana a la costa vasca. Todavía no se habían culminado las obras del fuerte de Guadalupe. Ante esta situación, la Diputación sufragó los costes de una nueva batería, que se unió a las de Urgull, en Mompás cerca de la capital donostiarra.
            Tras la amenaza de 1898 llegó la presencia en 1936. En el verano, como era tradicional, el cuerpo diplomático se trasladó a la costa vasca. San Sebastián, Zarauz y Hondarribia se convirtieron en villas diplomáticas y en la ciudad se encontraban las residencias de los embajadores de Francia (Jean Herbette, Villa Loraitz), Estados Unidos (Claude G. Bowers, Villa Lore Artean) y México (General Pérez Treviño), en Bidasoa Hibilbidea posiblemente en la actual villa Urekian, pero no lo podemos asegurar de manera taxativa. Pero centremos nuestra atención en el embajador norteamericano.
            El principal protagonista de esta historia es el embajador Claude Gernade Bowers (Westfield, Indiana, 20 de noviembre de 1878/Nueva York, 21 de enero de 1958). Comenzó su actividad profesional como periodista en el periódico «Terre Haute Star» de Indiana. En 1904 fue candidato del Partido Demócrata a la Cámara de Representantes y de 1911 a 1917 fue secretario del senador por Indiana, John W. Kern, colaborando con numerosos periódicos de Indiana y de Washington D.C. En 1933 fue nombrado embajador en España y, al igual que el resto de los diplomáticos, se vio sorprendido por el comienzo de la Guerra Civil en Hondarribia.
Los norteamericanos dispusieron el llamado «Special Services Squadron» con la misión de prestar ayuda a la embajada y a los norteamericanos en España. Esta fuerza, integrada por el acorazado «USS Oklahoma» y el crucero  «USS Quincy». Curiosamente ambos buques fueron hundidos durante la Segunda Guerra Mundial. El acorazado en el ataque japonés a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, y el crucero en la batalla de la Isla de Savo, en el Pacífico, en agosto de 1941. La fuerza naval norteamericana se vio completada con el «USCGC Cayuga»,  cuyas peripecias en la Guerra Civil han sido estudiadas por Ernesto Goiricelaya,  que el 25 de julio de 1936 fondeó frente a Hondarribia. Esto dio lugar a uno de los episodios más curiosos de la Guerra Civil en la ciudad, al desembarcar marinos norteamericanos en la ciudad. Tras tomar tierra se dirigieron a la residencia del embajador y le hicieron entrega de una bandera de su país para identificar su residencia, ya que no disponían de una y la esposa del embajador se encontraba tejiendo una apresuradamente.
El barco norteamericano trasladó finalmente al embajador y al personal diplomático a San Juan de Luz, estableciendo la cancillería de la embajada en el Hotel Miramar y la residencia del embajador en la Villa Aïnhera de  San Juan de Luz. Sin embargo, Bowers, partidario decidido de los republicanos, se trasladó en varias ocasiones a Hondarribia, donde fue testigo del bombardeo naval del 17 de agosto y que recogió en sus memorias.
Tras la ocupación de la ciudad Bowers se trasladó definitivamente a San Juan de Luz y permaneció en el cargo hasta abril de 1939, que dimitió, al reconocer los Estados Unidos al Gobierno de Franco. Como curiosidad diremos que en el barco en el que se trasladó a Estados Unidos, le acompañaron el escritor Ernst Hemingway y el vicepresidente del Gobierno Vasco Jesús María de Leizaola. Tras la llegada a su país fue  nombrado embajador en Chile, cargo en el que permaneció hasta 1953. Fue, sin embargo, el embajador –de los tres que residieron en Hondarribia durante el comienzo de la Guerra Civil, que más tiempo permaneció en el cargo. Pérez Treviño, el primero que regresó a Madrid y convirtió su embajada en una zona de asilo, fue cesado por su gobierno en diciembre de 1936. Jean Herbette, del que Bowers afirmó que se había pasado claramente al bando de los sublevados a raíz del incendio de Irún, fue cesado en octubre de 1937 tras una intensa campaña de la prensa de izquierdas en Francia y por sus claras complicidades con el peligroso comandante de la frontera del Bidasoa, y comandante militar de Hondarribia, Julián Troncoso Sagredo.
Tras cesar con embajador, en 1954 publicó sus memorias que en España se editaron en 1978 con el título de «Misión en España (1933-1939). En el umbral de la Segunda Guerra Mundial». Como se puede ver, por tanto, la presencia de los militares norteamericanos en Hondarribia en el verano de 2019 ya había tenido sus antecedentes que ahora rescatamos de la memoria.

Pedro Barruso

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